miércoles, 2 de diciembre de 2009

Soy Leyenda

No sabía qué responder. No se había resignado aún, ni había aceptado aquella vida. Sin embargo, seguía allí, ocho meses después de que la plaga hubiera aniquilado a su última víctima, nueve meses después que había hablado por última vez con un ser humano, diez desde que acaeció la muerte de Virgina. Allí estaba, sin futuro y sin presente, pero todavía se mantenía en la brecha.

¿Instinto de conservación?, ¿estupidez?, ¿exceso de imaginación?, ¿por qué no se había suicidado al principio, cuando estaba absolutamente hundido?, ¿qué le había llevado a atrincherarse en la casa, instalar un refrigerador, un generador, una cocina eléctrica, un depósito de agua, construir un invernadero, un banco de trabajo, destruir casas aledañas, coleccionar discos y libros, almacenar montañas de latas de conserva, y aun -parecía increíble- colocar un mural?

¿Era la vida algo más que palabras, una fuerza incontrolable que gobernaba la conciencia?, ¿intentaba la naturaleza sobrevivir a pesar suyo?

Cerró los ojos. ¿Por qué tratar de razonar? No había respuesta. Su supervivencia era un mero accidente. Demasiado obtuso, sencillamente, para terminar de repente.


Trata de imaginar. No será complicado. Tan sólo has de realizar una analogía inspirándote en mis palabras. No es necesario que te equipares por completo a ello, ya que puede parecer un planteamiento extremadamente absurdo e inverosímil. Pero se ha producido un cataclismo pandémico, un apocalipsis rotundo, una masacre humana sin precedentes. Y eres el único superviviente a ella, nadie más ha quedado con vida en toda la Humanidad. Nadie más que tú resta en el mundo. Estás a solas en tu existencia, sin contacto con nadie, sólo contigo mismo. Has de mantener la cordura porque, a pesar de todo, deseas sobrevivir. Nuestro instinto de supervivencia es una de las características primordiales, que nos ha hecho evolucionar (o involucionar, según se considere), en el devenir de los milenios. No obstante, por si fuera poco, no basta con que subsistas a esta angustiosa y nefasta vida. Además, has de protegerte de aquello en lo que se han convertido el resto de seres humanos: vampiros. Sin embargo, no los vampiros que puedes imaginar. No se trata del trágico Vlad, ni del Vampiro de Polidori, ni la lasciva Carmilla, ni el misterioso Orlok, ni el elegante Lestat. Mucho menos es un Cullen. Se trata de seres irracionales, indómitos, sanguinarios y antropofágicos. Y te mantienen aislado dentro de tu aislamiento. ¿Eres leyenda?


Richard Matheson
es uno de los más brillantes escritores de la literatura del siglo XX, destacando principalmente en la Ciencia Ficción y el Terror. Esta afirmación se contrasta idóneamente cuando cierras su novela, Soy Leyenda, y te invade una sensación de visionaria iluminación cuando consideras que se ha tratado de una obra que ha servido de piedra angular y punto de partida para tantos otros planteamientos en las artes desde hace más de cinco décadas. Ruego encarecidamente que, durante esta reseña en la que espero no explayarme hasta más allá de la paciencia lectora, no se piense ni un miserable instante en la grotesca, abominable y patética adaptación cinematográfica que se ha realizado recientemente. Esa película NO es Soy Leyenda. Al igual que el resto de intentos titulados como "El último hombre sobre la Tierra", "El último hombre vivo" o "Soy Omega".


El argumento de la obra de Matheson es sencillo, puede parecer predecible y ramplón. Pues se trata, en líneas generales, de la historia de Robert Neville, habitante de Los Ángeles durante la década de los 70 del siglo XX, único supervivencia a una epidemia que ha asolado la raza humana, transformándola en criaturas híbridas entre vampiros y zombies, que sólo pueden transitar durante la noche y que se ocultan en las horas de sol. Pero es mucho más que eso. Muchísimo más. ¿Por qué? Porque es la primera vez que se escribió algo así en la literatura. Por lo tanto, puedo afirmar sin temor que se trata de una de las obras más inspiradoras de toda la historia, al menos de la historia reciente. Son innumerables e interminables las novelas, películas, videojuegos y demás formas de arte relacionadas con esta temática, en la que el planeta se ve sumido en una catástrofe vírica, infecciosa o contagiosa, y sólo unos pocos supervivientes quedan contra un mundo de caníbal subsistencia. A su vez, podemos considerarlo como una reinvención de la literatura vampírica, en la que se da una visión totalmente renovada y distinta de estos seres de romántica tiniebla a la que estábamos acostumbrados. Puede que no guste a los que tienen una concepción idealizada de ellos, pero no se puede negar que es absolutamente original y brillante.


Sin embargo, no sólo se reduce a esta propuesta este sugestivo libro, puesto que también encontramos varios elementos diferenciadores que la hacen totalmente sublime e inestimable para cualquier lector con un mínimo de inquietudes acerca de la ficción narrativa. He hablado de Robert Neville, el protagonista, el único supervivente de la raza humana y como tal, se enfrenta a una vida de soledad, abandono, conservación y tortura. Cada día es un insufrible suplicio para él, en el que rememora cada uno de los recuerdos que tuvo de una vida que ahora se ha esfumado, pero que no hace mucho era la suya. La angustia y la desesperación se perciben en cada página que se va devorando, pues no es similar la certeza de sentirse solo que la total seguridad de que no hay nadie más que tú en este mundo. Esa es la soledad absoluta, la que no carece de esperanza y alivio posible. Asimismo, está completamente rodeado, acechado y amenazado por el resto de individuos que ahora pueblan el mundo y que lo único que anhelan de él es que salga de su parapetado y asediado hogar, para darse un festín con su sangre y sus vísceras.


Entre tragos de whisky y sinfonías clásicas, se va desarrollando el resto de la trama, bastante breve pero lo suficientemente original e intrincada para que nos mantenga aferrados durante la noche de insomnio que dediquemos para leer la novela por completo. Por momentos, incluso se puede vislumbrar cierto arrojo y determinación, ya que nunca se rendirá en la búsqueda de una posible cura para esta afección bacteriológica provocada por una guerra química que ha transformado a sus seres queridos y al resto de humanos en bestiales vampiros. Del mismo modo, los combatirá, tanto de día como de noche, acabando con ellos mientras duermen o resistiendo en su hogar, incluso violentamente, cuando alguien trata de penetrar en sus dominios. Todo ello, ornamentado con las continuas apelaciones al pasado, que es su principal fuente de tormento, cuando evoca el recuerdo de su mujer y su hija. Su única compañía en el curso del relato es un animal, concretamente, un perro, que permanecerá con él y le supondrá un efímero desahogo en esta desasosegante y exasperante existencia.


Pero lo mejor de todo reside en el final, en la culminación a la evolución del personaje, que se va percatando, cada vez con más claridad, de que su papel en el mundo no es el que había imaginado, es algo totalmente distinto a lo que se había figurado cuando se creía el único superviviente a esta hecatombe sin precedentes. Cuando es consciente de que puede que no haya estado actuando con la corrección que pensaba durante este tiempo de resistencia y defensa a ultranza de su propia vida. Manteniendo su cordura relativamente intacta, su recuerdo vivo e intenso y su fortaleza desafiante contra el resto de años que le quedaran en perpetua soledad.


Cuando supo, por fin, que era leyenda.

Y leyenda es, sin género de duda, este libro, al que considero como uno de los referentes imprescindibles dentro de la literatura de terror y de ciencia ficción.

¿Y todavía no lo habéis leído? Puede que sea demasiado tarde cuando os encontréis, sin haberlo planeado, recluídos en vuestro hogar, rodeados por millones de infectados purulentos y sanguinarios por la conspiranoica vacuna de la Gripe A...

No hay comentarios:

Publicar un comentario