jueves, 11 de junio de 2009

Elantris

Hubo un tiempo en el que la Shaod, la Transformación, convertía a aquellos a los que les llegaba, sin previo aviso, en seres colmados de gracia, sabiduría y magia. Se les dotaba de capacidades extraordinarias, mediante las cuales podían conjurar desde manutención para las gentes, paliando de esta manera cualquier tipo de hambruna que pudiera amenazar con asolar el reino de Arelon hasta curar las heridas y enfermedades más graves y terminales. Los elegidos que, sin desearlo o esperarlo, recibían este maravilloso don, se marchaban a la ciudad de Elantris, también conocida como “la ciudad de los dioses”, por las extraordinarias características de sus habitantes.

Pero llegó un fatídico y desgarrador momento, en el que la Shaod dejó de ser una bendición, en el que estos seres humanos que se tornaban sabios y hermosos, pasaron a convertirse en una especie de muertos en vida, perdiendo todo su poder y su grandeza y sumiéndose en un estado en el que lo único que sentían en su existencia era el más acuciante y angustioso de los dolores. Reducidos a una mera carcasa de lo que fueron antaño, con sus cuerpos putrefactos y perdidos en el más absoluto de los ostracismos. Y ahora, Elantris ya no es la esplendorosa y magnificente ciudad que era; es una cárcel eterna de mugre, desde hace 10 años, para todos los que sufren esta calamitosa condena. Haciendo que sus corazones no latan y provocando que cualquier tipo de herida que padezcan, además de no sanar jamás, se convierta en el más agonizante de los tormentos, que finalmente los conducirá hasta la locura.

Y este antiguo favor, ahora abominación, alcanzó al protagonista de esta extraordinaria novela de fantasía. Aunque debería matizar cuando digo fantasía, puesto que desde hace casi una década, una nueva oleada de literatura fantástica con un estilo renovador y fresco se está imponiendo en un género que llevaba décadas trillado y desquiciado, con los mismos patrones estilísticos y argumentales.

Elantris es mucho más que una obra fantástica, puesto que lo único que contiene de esta consideración es su contexto, su mundo, su geopolítica y su sociedad, que inevitablemente, residían en la mente de su autor, Brandon Sanderson, antes de hacernos partícipes de su sensacional novela. No es para menos que Orson Scott Card (para los profanos, autor de la obra maestra de la ciencia ficción, El Juego de Ender), la cataloga como “la más bella novela de fantasía que se escribirá en muchos años”. Además de esa latente quimera y magia que subyace en todos los libros del género fantástico, encontramos unas interesantes y exquisitas dosis de intriga política, una reflexiva y enriquecedora dialéctica teológica, un clímax tenso pero entretenido y, por encima de todo, una hermosa historia de amor.

Los personajes que aparecen en la historia son antológicos, a pesar de que muchos ya los hemos visto en otras tantas narraciones de índole similar. Nadie podría quedar indiferente con la emprendedora y enérgica Sarene, mucho menos con el jovial y astuto conde Roial ni con el místico Shuden o el noble Eondel. El rey Iadon nos inspirará, primero negligencia y finalmente lástima. Y Kiin nos arrancará una decena de sonrisas. Y los antagonistas, el dogmático y eficiente Hrathen y la esencia del fanatismo y la violencia religiosa representada en el personaje de Dilaf, resultan una contraposición armoniosa para el conjunto de la obra. Dejando para el final, por supuesto, a Raoden, el protagonista de la novela, quién me parece uno de los personajes más optimista y esperanzador que he conocido nunca.

La estructura de la obra juega con los puntos de vista, buscando la elipsis, centrándose en Raoden, Sarene y Hrathen, hasta que llega el apoteosis final, donde se precipitan los acontecimientos y se entrelaza todo en una trepidante culminación. El estilo del autor, si he de considerarlo, me ha resultado impecable, por lo que la trama está perfectamente hilvanada. Quizá cojea en la cantidad de nombres, tanto de personas como de lugares, e incluso ciertas expresiones creadas específicamente por el autor, que pueden llevar al lector a vagabundear relativamente por este nuevo mundo que se halla ante sus ojos. Sin embargo, a medida que se profundiza en la lectura y se plantean las situaciones, será imposible evitar la voracidad en lo que respecta a la velocidad de lectura. En definitiva, es una delicia narrativa y compositiva, que entretiene, engancha y emociona.

Para culminar, además de animaros a leer este libro de más de 600 páginas (sé que no me vais a hacer ni el más mísero de los casos, malditos oligofrénicos iletrados), quería agradecerle a mis compañeros de fatigas y desazones, mis amigos, que me regalaran esta maravillosa novela (aunque lo tenían fácil para el regalo, me he pasado meses insistiendo en que quería este libro y no lo encontraba).

¡Oh, Misericordioso Domi!, ¡Elantris vuelve a brillar!