sábado, 12 de diciembre de 2009

Blade Runner

Como lágrimas en la lluvia...

No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca, no sólo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir.



Año 2019, Los Ángeles. Una densa bruma, en parte ambiental, pero en esencia viciada por la contaminación latente, envuelve toda la ciudad, que se halla sumida en una eterna tiniebla, donde sólo resplandecen estridentes luces de neón y los faros de los coches flotantes que recorren frenéticamente las angulosas calles. Apenas se vislumbran transeúntes en este artificial paisaje, en el que el urbanismo se ha conducido hasta los límites de la salud humana. Todo lo que parece existir está adulterado por la voracidad tecnológica que engulle cada guiño de lo que podría asemejarse a la belleza natural. Los únicos sonidos que se perciben son enajenadores anuncios pronunciados en un extraño argot que puedes entender, pero no asimilar completamente. La sensación de opresión es angustiosa y sólo puedes contemplar el nocturno cielo y desear que amanezca. Pero no amanece, siempre es de noche. En esta distopía no hay esperanza, no hay ilusiones, no hay sueños. No al menos para los seres humanos. ¿Puede que para otros?

Año 1982. Ridley Scott proyectó la mejor película de Ciencia Ficción que existe y, probablemente, una de las mejores de toda la historia del cine, basada en el relato ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del genio Philip K. Dick y cuyo nombre, finalmente, fue Blade Runner. Nunca antes se había filmado algo así, no obstante, para sus contemporáneos no fue lo suficientemente buena como para otorgarle unas críticas decentes y obtener una recaudación que se equiparara a la majestad cinematográfica que se acababa de plasmar en el mundo. Tuvieron que pasar años para que se convirtiera en un clásico, para evolucionar a obra maestra y para culminar en una cinta de imprescindible y obligada visualización.


Esta maravilla existencialista se desarrolla en un futuro no muy lejano y totalmente distópico, en el que la tecnología, preludiando de esta manera el cyberpunk cinematográficamente, lo anega todo, sumiendo a la sociedad en un estado de pérfida deshumanización y oscuro pesimismo. En este marco, encontramos una de las creaciones más grandiosas de la ciencia humana, si es que alguna vez se podría realizar algo así: se trata de los Nexus 6 o Replicantes, que son formas de vida sintéticas a las que han dotado del aspecto físico de los seres humanos, pero también, de su comportamiento y la capacidad de tener sentimientos. Más humanos que los humanos, es lo que incluso reza el lema de la Tyrell Corporation, la empresa que se aventura en este adelanto en biotecnología, dentro de la película. Como cabe imaginar, esta invención provoca un profundo debate y un terrible conflicto para la sociedad humana, puesto que estos Replicantes empiezan a rebelarse contra la autoridad que trata de sojuzgarlos y se ordena que sean exterminados por completo (o como justifican en el argumento, A esto no se le llamó ejecución, se le llamó retiro), por el peligro que entraña su existencia. Y éste no es otro peligro que lleguen a sentir mucho más que nosotros mismos, algo que algunos logran, pues se aferran a la vida, se dejan llevar por las pasiones primordiales o abrazan el verdadero amor con mucha más necesidad que sus creadores.

Los encargados del exterminio de los Replicantes son los denominados blade runners, entre los que se encuentra Rick Deckard, el protagonista del film, que está interpretado por el célebre Harrison Ford, en uno de los primeros papeles de su carrera y, posiblemente, el mejor de todos ellos. Deckard es un ser humano, aparentemente, metódico, calculador e inconmovible, cuya única motivación son las órdenes que recibe de sus superiores para ejercer su trabajo, su cacería contra todos aquellos que tratan de imitar a los humanos sin ser tales, distinguiéndolos mediante la prueba Voight-Kampff. En contraposición, y como antagonista, al menos al principio, tenemos a Roy Batty, al que da vida con una extraordinaria genialidad el actor Rutger Hauer, que en este caso sí podemos afirmar que es el mejor rol de toda su filmografía, representando a un androide cuyos sentimientos son arrebatadores e intensos, erigiéndose como la forma de vida más completa de todo el elenco que aparece en esta obra cinematográfica. Por eso lo nombro antagonista con serias salvedades, ya que a medida que se desarrolla la trama, podemos darnos cuenta de que realmente era cierto que los Replicantes son más humanos que los humanos y esta indiscriminada cacería se fundamenta en el pavor que inspira que estos organismos artificiales pudieran llegar a sustituir incluso a los propios seres humanos, que se hallan absolutamente emponzoñados y encerrados en su propia desidia. Esta certidumbre se contrasta en el personaje de Rachael, otra Replicante, interpretada por Sean Young, de la cual se enamora perdidamente Deckard, el teóricamente encargado de acabar con ella y con todos los que sean de su clase que, sin embargo, se siente incapaz de hacerlo por los sentimientos que ha despertado en él, pero especialmente, por las emociones que ella transmite.

También destacan otros personajes, como son el violento y taxativo León Kowalski (Brion James), la juguetona y sensual Pris (Daryl Hannah) y la letal y voluptuosa Zhora (Joanna Cassidy), todos ellos Replicantes, y todos ellos enardecidos con su propia vida y por el deseo de ser como los humanos, que son ideales que no están dispuestos a perder a pesar del empeño de sus inventores. Acompañando permanentemente a Deckard, en multitud de situaciones, aparece la figura del inspector Gaff (Edward James Olmos), que es probablemente el personaje más enigmático de toda la película, que parece que está supervisando todas las actividades del blade runner y sin embargo nos sorprende con sus elaboradas figuras papirofléxicas u origamis y, por encima de todo, con su sentencia final, sobre la cual se pueden realizar infinitas suposiciones, entre las cuales incluso se plantea la posibildad de que el propio Deckard también sea un Replicante: Lástima que ella no pueda vivir, pero ¿quién vive?. Otros personajes serían el diseñador de Nexus 6, J.F. Sebastian (William Sanderson) y el creador, el Dr. Eldon Tyrell (Joe Turkel), que nos deleita con una de las citas más inspiradoras de la película, refiriéndose a una de sus creaciones cuando ésta marcha en su búsqueda para pedirle explicaciones por el carácter efímero de su existencia: La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con mucha intensidad, Roy.

Pero Blade Runner contiene otros dos elementos que le otorgan ese carácter de obra maestra del cine, siendo uno de ellos su excepcional Estética, que rezuma en cada plano del film, en el que podemos sentir el carácter negro y lúgubre de la ciudad de Los Ángeles, que está durante la totalidad del metraje sumida en una profunda e inextinguible noche, reforzando de esta manera el carácter depresivo y melancólico de la trama, pero principalmente esa atmósfera asfixiante que nos persigue fotograma por fotograma, para crearnos esa imagen de un futuro desalentador en el que se basan las distopías. Incluso el propio director, Ridley Scott, incorporó escenas de otras de sus películas como son El Resplandor, concretamente el único cielo azul que aparece al final y, Legend en los sueños de Deckard con unicornios. Por otra parte, ese otro poderoso elemento diferenciador es la monumental y extraordinaria Banda Sonora del genio compositor griego Vangelis, que se erige como una de las mayores aportaciones musicales al cine, adquiriendo el sustrato legendario que merece por las fascinación en la que te sumerges escuchando cada uno de los temas que decoran sonoramente las escenas de la película, como si se tratara de un cósmico sintetizador y una reinvención de la melodía electrónica, que te transporta hacia los recodos más distantes del universo, entre Orión y las Puertas de Tannhäuser.


Para finalizar esta reseña, bastante pretenciosa he de decir, pues se ha hablado mucho y dilatadamente de esta película desde hace más de 27 años, sólo cabe insistir en que si no se ha visto nunca, se le dé una oportunidad a pesar de que el género de la ciencia ficción o el cine negro, que son los que engloban el argumento, no sean del agrado del exquisito paladar del espectador.
Nos encontramos ante un clásico, pero también ante una verdadera reflexión instrospectiva y filosófica, no sólo existencialista, también vitalista...

.. un vitalismo que se manifiesta en ese deseo por vivir, en ese énfasis por vencer cualquier adversidad y en esa necesidad por alcanzar esa relativa felicidad que todos ansiamos para nuestra vida.

Algo que Roy Batty, Replicante, creado por el propio hombre, sentía mejor que ninguno de nosotros y lamentaba cuando su existencia expiraba... como una lágrima en la lluvia:



Porque... ¿qué significa entonces ser humano?

Yo lo tengo claro.

Es hora de vivir.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Soy Leyenda

No sabía qué responder. No se había resignado aún, ni había aceptado aquella vida. Sin embargo, seguía allí, ocho meses después de que la plaga hubiera aniquilado a su última víctima, nueve meses después que había hablado por última vez con un ser humano, diez desde que acaeció la muerte de Virgina. Allí estaba, sin futuro y sin presente, pero todavía se mantenía en la brecha.

¿Instinto de conservación?, ¿estupidez?, ¿exceso de imaginación?, ¿por qué no se había suicidado al principio, cuando estaba absolutamente hundido?, ¿qué le había llevado a atrincherarse en la casa, instalar un refrigerador, un generador, una cocina eléctrica, un depósito de agua, construir un invernadero, un banco de trabajo, destruir casas aledañas, coleccionar discos y libros, almacenar montañas de latas de conserva, y aun -parecía increíble- colocar un mural?

¿Era la vida algo más que palabras, una fuerza incontrolable que gobernaba la conciencia?, ¿intentaba la naturaleza sobrevivir a pesar suyo?

Cerró los ojos. ¿Por qué tratar de razonar? No había respuesta. Su supervivencia era un mero accidente. Demasiado obtuso, sencillamente, para terminar de repente.


Trata de imaginar. No será complicado. Tan sólo has de realizar una analogía inspirándote en mis palabras. No es necesario que te equipares por completo a ello, ya que puede parecer un planteamiento extremadamente absurdo e inverosímil. Pero se ha producido un cataclismo pandémico, un apocalipsis rotundo, una masacre humana sin precedentes. Y eres el único superviviente a ella, nadie más ha quedado con vida en toda la Humanidad. Nadie más que tú resta en el mundo. Estás a solas en tu existencia, sin contacto con nadie, sólo contigo mismo. Has de mantener la cordura porque, a pesar de todo, deseas sobrevivir. Nuestro instinto de supervivencia es una de las características primordiales, que nos ha hecho evolucionar (o involucionar, según se considere), en el devenir de los milenios. No obstante, por si fuera poco, no basta con que subsistas a esta angustiosa y nefasta vida. Además, has de protegerte de aquello en lo que se han convertido el resto de seres humanos: vampiros. Sin embargo, no los vampiros que puedes imaginar. No se trata del trágico Vlad, ni del Vampiro de Polidori, ni la lasciva Carmilla, ni el misterioso Orlok, ni el elegante Lestat. Mucho menos es un Cullen. Se trata de seres irracionales, indómitos, sanguinarios y antropofágicos. Y te mantienen aislado dentro de tu aislamiento. ¿Eres leyenda?


Richard Matheson
es uno de los más brillantes escritores de la literatura del siglo XX, destacando principalmente en la Ciencia Ficción y el Terror. Esta afirmación se contrasta idóneamente cuando cierras su novela, Soy Leyenda, y te invade una sensación de visionaria iluminación cuando consideras que se ha tratado de una obra que ha servido de piedra angular y punto de partida para tantos otros planteamientos en las artes desde hace más de cinco décadas. Ruego encarecidamente que, durante esta reseña en la que espero no explayarme hasta más allá de la paciencia lectora, no se piense ni un miserable instante en la grotesca, abominable y patética adaptación cinematográfica que se ha realizado recientemente. Esa película NO es Soy Leyenda. Al igual que el resto de intentos titulados como "El último hombre sobre la Tierra", "El último hombre vivo" o "Soy Omega".


El argumento de la obra de Matheson es sencillo, puede parecer predecible y ramplón. Pues se trata, en líneas generales, de la historia de Robert Neville, habitante de Los Ángeles durante la década de los 70 del siglo XX, único supervivencia a una epidemia que ha asolado la raza humana, transformándola en criaturas híbridas entre vampiros y zombies, que sólo pueden transitar durante la noche y que se ocultan en las horas de sol. Pero es mucho más que eso. Muchísimo más. ¿Por qué? Porque es la primera vez que se escribió algo así en la literatura. Por lo tanto, puedo afirmar sin temor que se trata de una de las obras más inspiradoras de toda la historia, al menos de la historia reciente. Son innumerables e interminables las novelas, películas, videojuegos y demás formas de arte relacionadas con esta temática, en la que el planeta se ve sumido en una catástrofe vírica, infecciosa o contagiosa, y sólo unos pocos supervivientes quedan contra un mundo de caníbal subsistencia. A su vez, podemos considerarlo como una reinvención de la literatura vampírica, en la que se da una visión totalmente renovada y distinta de estos seres de romántica tiniebla a la que estábamos acostumbrados. Puede que no guste a los que tienen una concepción idealizada de ellos, pero no se puede negar que es absolutamente original y brillante.


Sin embargo, no sólo se reduce a esta propuesta este sugestivo libro, puesto que también encontramos varios elementos diferenciadores que la hacen totalmente sublime e inestimable para cualquier lector con un mínimo de inquietudes acerca de la ficción narrativa. He hablado de Robert Neville, el protagonista, el único supervivente de la raza humana y como tal, se enfrenta a una vida de soledad, abandono, conservación y tortura. Cada día es un insufrible suplicio para él, en el que rememora cada uno de los recuerdos que tuvo de una vida que ahora se ha esfumado, pero que no hace mucho era la suya. La angustia y la desesperación se perciben en cada página que se va devorando, pues no es similar la certeza de sentirse solo que la total seguridad de que no hay nadie más que tú en este mundo. Esa es la soledad absoluta, la que no carece de esperanza y alivio posible. Asimismo, está completamente rodeado, acechado y amenazado por el resto de individuos que ahora pueblan el mundo y que lo único que anhelan de él es que salga de su parapetado y asediado hogar, para darse un festín con su sangre y sus vísceras.


Entre tragos de whisky y sinfonías clásicas, se va desarrollando el resto de la trama, bastante breve pero lo suficientemente original e intrincada para que nos mantenga aferrados durante la noche de insomnio que dediquemos para leer la novela por completo. Por momentos, incluso se puede vislumbrar cierto arrojo y determinación, ya que nunca se rendirá en la búsqueda de una posible cura para esta afección bacteriológica provocada por una guerra química que ha transformado a sus seres queridos y al resto de humanos en bestiales vampiros. Del mismo modo, los combatirá, tanto de día como de noche, acabando con ellos mientras duermen o resistiendo en su hogar, incluso violentamente, cuando alguien trata de penetrar en sus dominios. Todo ello, ornamentado con las continuas apelaciones al pasado, que es su principal fuente de tormento, cuando evoca el recuerdo de su mujer y su hija. Su única compañía en el curso del relato es un animal, concretamente, un perro, que permanecerá con él y le supondrá un efímero desahogo en esta desasosegante y exasperante existencia.


Pero lo mejor de todo reside en el final, en la culminación a la evolución del personaje, que se va percatando, cada vez con más claridad, de que su papel en el mundo no es el que había imaginado, es algo totalmente distinto a lo que se había figurado cuando se creía el único superviviente a esta hecatombe sin precedentes. Cuando es consciente de que puede que no haya estado actuando con la corrección que pensaba durante este tiempo de resistencia y defensa a ultranza de su propia vida. Manteniendo su cordura relativamente intacta, su recuerdo vivo e intenso y su fortaleza desafiante contra el resto de años que le quedaran en perpetua soledad.


Cuando supo, por fin, que era leyenda.

Y leyenda es, sin género de duda, este libro, al que considero como uno de los referentes imprescindibles dentro de la literatura de terror y de ciencia ficción.

¿Y todavía no lo habéis leído? Puede que sea demasiado tarde cuando os encontréis, sin haberlo planeado, recluídos en vuestro hogar, rodeados por millones de infectados purulentos y sanguinarios por la conspiranoica vacuna de la Gripe A...