Como lágrimas en la lluvia...
No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca, no sólo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir.Año 2019, Los Ángeles. Una densa bruma, en parte ambiental, pero en esencia viciada por la contaminación latente, envuelve toda la ciudad, que se halla sumida en una eterna tiniebla, donde sólo resplandecen estridentes luces de neón y los faros de los coches flotantes que recorren frenéticamente las angulosas calles. Apenas se vislumbran transeúntes en este artificial paisaje, en el que el urbanismo se ha conducido hasta los límites de la salud humana. Todo lo que parece existir está adulterado por la voracidad tecnológica que engulle cada guiño de lo que podría asemejarse a la belleza natural. Los únicos sonidos que se perciben son enajenadores anuncios pronunciados en un extraño argot que puedes entender, pero no asimilar completamente. La sensación de opresión es angustiosa y sólo puedes contemplar el nocturno cielo y desear que amanezca. Pero no amanece, siempre es de noche. En esta
distopía no hay esperanza, no hay ilusiones, no hay sueños. No al menos para los seres humanos. ¿Puede que para otros?
Año 1982.
Ridley Scott proyectó la mejor película de
Ciencia Ficción que existe y, probablemente, una de las mejores de toda la historia del cine, basada en el relato
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del genio
Philip K. Dick y cuyo nombre, finalmente, fue
Blade Runner. Nunca antes se había filmado algo así, no obstante, para sus contemporáneos no fue lo suficientemente buena como para otorgarle unas críticas decentes y obtener una recaudación que se equiparara a la majestad cinematográfica que se acababa de plasmar en el mundo. Tuvieron que pasar años para que se convirtiera en un clásico, para evolucionar a obra maestra y para culminar en una cinta de imprescindible y obligada visualización.
Esta maravilla existencialista se desarrolla en un futuro no muy lejano y totalmente distópico, en el que la tecnología, preludiando de esta manera el
cyberpunk cinematográficamente, lo anega todo, sumiendo a la sociedad en un estado de pérfida deshumanización y oscuro pesimismo. En este marco, encontramos una de las creaciones más grandiosas de la ciencia humana, si es que alguna vez se podría realizar algo así: se trata de los
Nexus 6 o
Replicantes, que son formas de vida sintéticas a las que han dotado del aspecto físico de los seres humanos, pero también, de su comportamiento y la capacidad de tener sentimientos.
Más humanos que los humanos, es lo que incluso reza el lema de la
Tyrell Corporation, la empresa que se aventura en este adelanto en biotecnología, dentro de la película. Como cabe imaginar, esta invención provoca un profundo debate y un terrible conflicto para la sociedad humana, puesto que estos Replicantes empiezan a rebelarse contra la autoridad que trata de sojuzgarlos y se ordena que sean exterminados por completo (o como justifican en el argumento,
A esto no se le llamó ejecución, se le llamó retiro), por el peligro que entraña su existencia. Y éste no es otro peligro que lleguen a sentir mucho más que nosotros mismos, algo que algunos logran, pues se aferran a la vida, se dejan llevar por las pasiones primordiales o abrazan el verdadero amor con mucha más necesidad que sus creadores.
Los encargados del exterminio de los Replicantes son los denominados
blade runners, entre los que se encuentra
Rick Deckard, el protagonista del film, que está interpretado por el célebre
Harrison Ford, en uno de los primeros papeles de su carrera y, posiblemente, el mejor de todos ellos. Deckard es un ser humano, aparentemente, metódico, calculador e inconmovible, cuya única motivación son las órdenes que recibe de sus superiores para ejercer su trabajo, su cacería contra todos aquellos que tratan de imitar a los humanos sin ser tales, distinguiéndolos mediante la prueba
Voight-Kampff. En contraposición, y como antagonista, al menos al principio, tenemos a
Roy Batty, al que da vida con una extraordinaria genialidad el actor
Rutger Hauer, que en este caso sí podemos afirmar que es el mejor rol de toda su filmografía, representando a un androide cuyos sentimientos son arrebatadores e intensos, erigiéndose como la forma de vida más completa de todo el elenco que aparece en esta obra cinematográfica. Por eso lo nombro antagonista con serias salvedades, ya que a medida que se desarrolla la trama, podemos darnos cuenta de que realmente era cierto que los Replicantes son más humanos que los humanos y esta indiscriminada cacería se fundamenta en el pavor que inspira que estos organismos artificiales pudieran llegar a sustituir incluso a los propios seres humanos, que se hallan absolutamente emponzoñados y encerrados en su propia desidia. Esta certidumbre se contrasta en el personaje de
Rachael, otra Replicante, interpretada por
Sean Young, de la cual se enamora perdidamente Deckard, el teóricamente encargado de acabar con ella y con todos los que sean de su clase que, sin embargo, se siente incapaz de hacerlo por los sentimientos que ha despertado en él, pero especialmente, por las emociones que ella transmite.
También destacan otros personajes, como son el violento y taxativo
León Kowalski (
Brion James), la juguetona y sensual
Pris (
Daryl Hannah) y la letal y voluptuosa
Zhora (
Joanna Cassidy), todos ellos Replicantes, y todos ellos enardecidos con su propia vida y por el deseo de ser como los humanos, que son ideales que no están dispuestos a perder a pesar del empeño de sus inventores. Acompañando permanentemente a Deckard, en multitud de situaciones, aparece la figura del inspector
Gaff (
Edward James Olmos), que es probablemente el personaje más enigmático de toda la película, que parece que está supervisando todas las actividades del blade runner y sin embargo nos sorprende con sus elaboradas figuras papirofléxicas u origamis y, por encima de todo, con su sentencia final, sobre la cual se pueden realizar infinitas suposiciones, entre las cuales incluso se plantea la posibildad de que el propio Deckard también sea un Replicante:
Lástima que ella no pueda vivir, pero ¿quién vive?. Otros personajes serían el diseñador de Nexus 6,
J.F. Sebastian (
William Sanderson) y el creador, el
Dr. Eldon Tyrell (
Joe Turkel), que nos deleita con una de las citas más inspiradoras de la película, refiriéndose a una de sus creaciones cuando ésta marcha en su búsqueda para pedirle explicaciones por el carácter efímero de su existencia:
La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con mucha intensidad, Roy.
Pero
Blade Runner contiene otros dos elementos que le otorgan ese carácter de obra maestra del cine, siendo uno de ellos su excepcional
Estética, que rezuma en cada plano del film, en el que podemos sentir el carácter negro y lúgubre de la ciudad de Los Ángeles, que está durante la totalidad del metraje sumida en una profunda e inextinguible noche, reforzando de esta manera el carácter depresivo y melancólico de la trama, pero principalmente esa atmósfera asfixiante que nos persigue fotograma por fotograma, para crearnos esa imagen de un futuro desalentador en el que se basan las distopías. Incluso el propio director, Ridley Scott, incorporó escenas de otras de sus películas como son
El Resplandor, concretamente el único cielo azul que aparece al final y,
Legend en los sueños de Deckard con unicornios. Por otra parte, ese otro poderoso elemento diferenciador es la monumental y extraordinaria
Banda Sonora del genio compositor griego
Vangelis, que se erige como una de las mayores aportaciones musicales al cine, adquiriendo el sustrato legendario que merece por las fascinación en la que te sumerges escuchando cada uno de los temas que decoran sonoramente las escenas de la película, como si se tratara de un cósmico sintetizador y una reinvención de la melodía electrónica, que te transporta hacia los recodos más distantes del universo, entre
Orión y las
Puertas de Tannhäuser.
Para finalizar esta reseña, bastante pretenciosa he de decir, pues se ha hablado mucho y dilatadamente de esta película desde hace más de 27 años, sólo cabe insistir en que si no se ha visto nunca, se le dé una oportunidad a pesar de que el género de la ciencia ficción o el cine negro, que son los que engloban el argumento, no sean del agrado del exquisito paladar del espectador.
Nos encontramos ante un clásico, pero también ante una verdadera reflexión instrospectiva y filosófica, no sólo existencialista, también vitalista...
.. un vitalismo que se manifiesta en ese deseo por vivir, en ese énfasis por vencer cualquier adversidad y en esa necesidad por alcanzar esa relativa felicidad que todos ansiamos para nuestra vida.
Algo que Roy Batty, Replicante, creado por el propio hombre, sentía mejor que ninguno de nosotros y lamentaba cuando su existencia expiraba... como una lágrima en la lluvia:
Porque... ¿qué significa entonces ser humano?
Yo lo tengo claro.