miércoles, 6 de julio de 2011

Cisne Negro

"Lo sentí, fue perfecto. Fui perfecta."


La vida de Nina (Natalie Portman), está absolutamente centrada en su vocación, su pasión: la danza. Perteneciente a una compañía de ballet de Nueva York, todo se precipita cuando se aproxima la representación más importante del año. La rivalidad con Lily (Mila Kunis), otra de las bailarinas; la relación con su controladora madre (Barbara Hershey); y la exigencia hasta los límites de la extenuación a la que le somete el director de la obra (Vincent Cassel), provocan en ella una vorágine de emociones, que destruyen la fragilidad de su "Cisne Blanco", para arrojarla hasta el delirio de su "Cisne Negro".

La búsqueda de la perfección es uno de esos sueños imposibles que algunos seres humanos aspiran a alcanzar, a pesar de la incapacidad que ello conlleva. Cuando esa pretensión se convierte en obsesión, la exigencia a la que sometemos nuestro cuerpo o nuestra mente, o en este caso, ambos, termina socavando la salud física y psicológica, hasta llegar a un estado en el que esta perfección puede conducirnos a desenmascarar las debilidades humanas.

Darren Aronofsky, director de Réquiem por un sueño, Pi o La fuente de la vida, ha buscado con esta nueva película arrastrarnos hacia esa pesadilla en la que se sumerge Nina, la bailarina interpretada brillantemente por Natalie Portman, cuya dedicación por la danza es tan rotunda, que la consecución del papel protagonista en la obra El Lago de los Cisnes"se convierte en la única motivación de su vida. Esta pasión por su profesión, está lastrada por un carácter frágil, aparentemente provocado por esa obstinación por el baile y la influencia de su madre, una frustrada bailarina.

Con este planteamiento, la trama comienza a centrarse en la consecución de la liberación de Nina, que ha de dividir su propia alma para lograr el papel protagonista, en el que debe interpretar tanto al cisne blanco, como al cisne negro. La dualidad entre el cisne blanco, elegante y cándido; y el cisne negro, apasionado y sensual, es la causa principal para que el film se convierta, progresivamente, en un camino hacia la perfección, atravesando la alucinación, el delirio y la fatalidad.

En este punto cuando comienza el inicio de la transformación, suscitada por las insinuaciones sexuales del director de la compañía, que intenta extraer la arrebatada improvisación del cisne negro del interior de la sobriedad técnica del cisne blanco que encarna en un principio Nina y la paranoia a la que ella misma se condena, canalizada a través de la competitividad con otra de las bailarinas de la compañía.

Por lo que a mí respecta, lo verdaderamente encomiable es haber logrado que un argumento que podría haberse reducido a una aspiración por alcanzar una meta, repleta de trabas y inconvenientes, se transforme en un estallido de emociones liberadas, al son de un Tchaikovsky reinterpretado magistralmente por Clint Mansell. Las coreografías, a pesar de no ser un experto en la materia, están bien integradas en el desarrollo de la película, transmitiendo sensaciones a medida que éstas se recrean o intensifican, mediante planos bruscos o estáticos de la cámara. El vestuario es una pista más para el espectador, puesto que se alternan los tonos níveos y suaves para remarcar cuando la personalidad del cisne blanco está presente en Nina, pero a medida que el cisne negro vence la batalla, se impone una estética provocativa, de tonos oscuros. Todo ello para que la atmósfera de desasosiego, incluso de terror, se acentúe todavía más.


En definitiva, un bello y trágico regalo para los sentidos, que estremecerá nuestra alma en cada fotograma de esta obra de arte y nos convencerá de que buscar la perfección es una locura.



Una entusiasmante locura.